Al voltear, miró directo a mis ojos y
cambiando rápido sus expresiones faciales, me regalo una sonrisa
tímida y me brindó una mano para levantarme. No me pareció nada
interesante aquel encuentro, ni tampoco la razón por la cual había
cambiado su expresión de fastidio.
Al parecer no me había hecho daño,
pero la herida en la rodilla lo decía todo.
El era como un niño alejado de su
mamá, melancólico, tenía la mirada en otro lugar y solo se
preocupaba en mantenerse en su burbuja. Lo miré varias veces de
reojo, trajo algunas gasas y tijeras y poco a poco, intentó curar
mis heridas.
Era raro, él una persona rara, nunca
antes lo había visto, y seguro que era mayor. El silencio nos mataba
y el rozar del viento con las persianas generaba cierta incomodidad.
- Y tu...-me disponía a
preguntar.
- Ashemt, así me llamo.
- Ah... Y...-
- Quinto, quinto A. Este... ah
por cierto, ten cuidado la siguiente vez.
- Gracias...
- No lo digo por ti, casi rompes
mis vasos con agua.
- Ah... son tuyos. ¿Qué hace
uno en medio del camino?
- Simple, soleándose.
- ¿Qué?- refuté
Parecía haber conocido al chico más
arrogante de toda la secundaria, no volvería a verlo, no lo haría.
Me paré apresuradamente, aún
cojeando, le brinde una sonrisa fingida y salí.
¿Quién era este ser que no me
permitía hablar? Quién rayos se creía. Tenía un nombre muy raro.
¿Qué hacía en el laboratorio solo? Pero que rayos, había dejado
mis cosas en el laboratorio, tenía que volver, volver a mirarlo, no
otra vez.
Estaba dispuesta a entrar, cogerlas y
salir lo más rápido posible. Fue entonces el momento en que vi su
verdadero rostro. Lo tenía estaba limpio, su piel era blanca y sus
ojos cafés resaltaban como pasas, eran maravillosos, tenía algo tan
especial. Di un stop, y me quedé parada, no era como pensaba, los
lentes blancos resaltaban su sonrisa perfecta y su mirada era
impecable. Me sonrojé, cogí mis cosas torpemente y salí
apresurada.
Era maravilloso-pensé. Olvidate de lo
anterior y mete esta nueva perspectiva sobre él. Caminaba lento de
regreso hacia los otros pabellones. De pronto, un profesor pasó y se
acercó a mi preguntándome, ¿Vienes del club de biología?- Me
disponía a responder pero... -Vamos, todavía no ha
terminado.-Pero... pero...-Era tarde, habíamos dado media vuelta y
ya nos dirigíamos al laboratorio. Mis manos temblaban, si lo
volviera a ver, temía por mi, no se qué pasaría; pero al llegar me
dí cuenta que ya era demasiado tarde... Ahí estaba, y ahí se
quedaría hasta el final...
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