viernes, 30 de noviembre de 2012

¿Volver a lo de antes? (Recordando III)


Se preparaba para abandonar el laboratorio. Dio media vuelta sonriendo, y murmuró algunas palabras. El profesor no dio importancia al hecho, le saludó y se le acercó dándole una palmada en la espalda.

- Hey Ashemt, ¿ya la conocías? Hace tiempo que nadie viene al laboratorio.- (Dirijiéndose a mi). Tienen cierto temor a este chico. Pero... no tiene nada malo. ¿Verdad?.

Aquel profesor era como un chiquillo que hablaba de más. Asentí con la cabeza y sonreí tímidamente. Ha, ha! Empezó a reír burlonamente.-Pero bueno, empecemos la sesión. Aún no es tan tarde. Estoy de turno por hoy, mañana de toca a ti, Pardo.- Si, Pardo era su apellido, si eso era lo que creía.
Caminó hacia las persianas y las cerró. El viento soplaba constantemente y una tormenta se asomaría pronto por ellas. Era raro, el clima estaba cálido, pero se había tornado gris. Cerró las puertas, como tratando de aguardarse de la lluvia, y se sentó frente a un microscopio. Quedamos en silencio, él, yo y el profesor (claro).

Me quite aquella polera amarilla que tanto me gustaba y la puse a un costado. Me puse el guarda polvo que me ofreció el profesor y aguardé tranquila por las instrucciones. Empezó hablando del concurso que pronto se acercaba, de las cosas que haríamos durante el año y todo lo que ganaríamos de esto.
- Y dime... tienes experiencia en este curso-. Preguntó de repente
- Oh... si... se podría decir que si. Fui a varias academias antes de llegar aquí.
- Ya veo, y ¿cómo te llamas?.- Era cierto, después de todo, hasta el momento no me había presentado.- Ania, Ania Grig.
Me acerqué lentamente a él, se le veía concentrado en aquel microscopio, su mundo, su realidad.
Se apartó de él y me permitió mirar. Era interesante, su mirada y lo que miraba. No pude distinguir que clase de bacteria era, nunca la había visto.
Me aparté y le sonreí; el viento soplaba y las primeras gotas empezaban a caer. La tarde estaba muriendo y pronto la noche caería.

- Ania, mira esto. Tal vez te interese. - Se oyó un gritó por parte del profesor.- Esta es una bacteria nueva, es escasa en este país. Lo interesante es que no es peligrosa y aquí la tienes para un posible estudio.
- Gracias Prof...-Friso, Profesor Friso-interrumpió Ashemt. Friso era su apellido o quizá su nombre...

martes, 6 de noviembre de 2012

¿Volver a lo de antes? (Recordando II)

Lo miré, me miró; su rostro estaba manchado de una tonalidad negra, algo que no permitía verdaderamente ver su rostro, parecía ser ese tipo de chico nerd, utilizaba lentes sí, y no me parecía nada atractivo. Supuestamente había realizado experimentos con reactivos, y por lo visto no le había ido nada bien.
Al voltear, miró directo a mis ojos y cambiando rápido sus expresiones faciales, me regalo una sonrisa tímida y me brindó una mano para levantarme. No me pareció nada interesante aquel encuentro, ni tampoco la razón por la cual había cambiado su expresión de fastidio.
Al parecer no me había hecho daño, pero la herida en la rodilla lo decía todo.
El era como un niño alejado de su mamá, melancólico, tenía la mirada en otro lugar y solo se preocupaba en mantenerse en su burbuja. Lo miré varias veces de reojo, trajo algunas gasas y tijeras y poco a poco, intentó curar mis heridas.
Era raro, él una persona rara, nunca antes lo había visto, y seguro que era mayor. El silencio nos mataba y el rozar del viento con las persianas generaba cierta incomodidad.
- Y tu...-me disponía a preguntar.
- Ashemt, así me llamo.
- Ah... Y...-
- Quinto, quinto A. Este... ah por cierto, ten cuidado la siguiente vez.
- Gracias...
- No lo digo por ti, casi rompes mis vasos con agua.
- Ah... son tuyos. ¿Qué hace uno en medio del camino?
- Simple, soleándose.
- ¿Qué?- refuté

Parecía haber conocido al chico más arrogante de toda la secundaria, no volvería a verlo, no lo haría.
Me paré apresuradamente, aún cojeando, le brinde una sonrisa fingida y salí.
¿Quién era este ser que no me permitía hablar? Quién rayos se creía. Tenía un nombre muy raro. ¿Qué hacía en el laboratorio solo? Pero que rayos, había dejado mis cosas en el laboratorio, tenía que volver, volver a mirarlo, no otra vez.
Estaba dispuesta a entrar, cogerlas y salir lo más rápido posible. Fue entonces el momento en que vi su verdadero rostro. Lo tenía estaba limpio, su piel era blanca y sus ojos cafés resaltaban como pasas, eran maravillosos, tenía algo tan especial. Di un stop, y me quedé parada, no era como pensaba, los lentes blancos resaltaban su sonrisa perfecta y su mirada era impecable. Me sonrojé, cogí mis cosas torpemente y salí apresurada.

Era maravilloso-pensé. Olvidate de lo anterior y mete esta nueva perspectiva sobre él. Caminaba lento de regreso hacia los otros pabellones. De pronto, un profesor pasó y se acercó a mi preguntándome, ¿Vienes del club de biología?- Me disponía a responder pero... -Vamos, todavía no ha terminado.-Pero... pero...-Era tarde, habíamos dado media vuelta y ya nos dirigíamos al laboratorio. Mis manos temblaban, si lo volviera a ver, temía por mi, no se qué pasaría; pero al llegar me dí cuenta que ya era demasiado tarde... Ahí estaba, y ahí se quedaría hasta el final...

viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Volver a lo de antes? (Recordando)


 Ciertamente tenía la mirada perdida, nunca la había topado con ninguna chica, era raro, era completamente raro que un chico con tal magnitud de cualidades estuviese solo. Mucha gente había hablado de que simplemente tenía cierto atractivo que dejaban a una con la boca abierta, pero que no había chica especial para él. 

Mi caso era distinto, cuando pasaba cerca mio, se percibía cierto olor característico, era un perfume a mañana humeda, una frescura insuperable. Había aprendido a controlarme, no abría la boca, no no lo haría, era como si nada me llamara la atención de él, bueno frente a él. 


Habíamos compartido algunas clases de Biología, me encantaba ver microorganismos y los compartía con toda el aula. Pero él siempre se limitaba a ayudar a los demás, se encerraba en su mundo y se olvidaba de los demás en cuanto el profesor se disponía a ingresar en el aula. Era el que mejor sabía utilizar sus conocimientos experimentales, el que mejor podía hablar de los microorganismos. Eso me emocionaba, era interesante saber que teniamos algo en común. No pensaba traspasar esa linea de compañeros de aula, ni siquiera había hecho el intento de hablarle, no me interesaba tanto.


Él era mayor que yo por dos años, bendita diferencia, pero aún así no habían motivos para preocuparse, él saldría del colegio pronto y yo tenía aquí todavía para rato. Seis meses habían transcurrido desde aquella vez que por razones "desconocidas", había empezado a hablar con él...


Era principios de marzo, todos habíamos vuelto de unas largas vacaciones. Las clases empezarían de lo más normal en pocos días. Todos esperaban con ansias saber que clase les tocaría, nuevos compañeros, nuevos maestros... Ahhhh Se podía respirar un aire profundo a NUEVO. Todo era perfecto, todo daría un vuelco e iniciaría de nuevo. 


Los clubs diarios se abrieron a todo el público, la gente se amontonaba en las aulas buscando el que más le convenía, música, teatro, artes visuales, deportes, matemática, química, etc. Todas las aulas rebalsaban de alumnos, y yo, yo me paseaba por los pabellones buscando un aula que no estuviese tan aglomerada. Había caminado demasiado, no había encontrado nada nuevo, y justo en el momento en el que me daría por vencida, encontré mi futuro en un vaso con agua. ¿Qué hacía un vaso lleno de agua en medio del camino? Bah!-me dije a mi misma-. Me acerqué y lo observé por un buen rato, de hecho que había una razón, pero no la había encontrado aún. Sin más que hacer, me encontraba frente al laboratorio, y no se me ocurrió otra idea mejor que ingresar y preguntar. 


Cuando me disponía a entrar, no me di cuenta del error y tropecé con una pequeña caja que me hizo caer desmesuradamente. Por buena suerte pude poner mis manos antes de caer de rodillas, y no me hice mucho daño, o eso era lo que pensaba.


- Cuidado, niña tonta- surgió una voz del cuarto de reactivos. Levanté el rostro y me encontré con el ser que algún día se contentaría solo con verme.


jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Volver a lo de antes?


¿Volver a lo de antes? Esas palabras no se me habían pasado por la mente hacía más de seis meses. Seis meses en las que había olvidado esta situación y los había vivido tranquilamente. Había conocido a muchas personas y mi cabeza no tenía espacio para pensar en ello. Mi mente se había dado paso al exterior y ya no al mundo que solo compartía con él.
La situación era inmutable, sentía que había llegado el mejor momento del año, todo me iba bien, absolutamente todo, pero nunca me había puesto a pensar que la realidad se truncaría en cuanto mis ojos lo volvieron a ver. 
Él era único, esa simpatía matutina era increíble  no había alguien a quien no le dejara con una sonrisa de mejilla a mejilla. Caminaba diariamente en dirección a su pabellón, todos admiraban su pasar, no encontraban defecto alguno en él... Desafortunadamente había caído en su juego, me perdía cuando él pasaba, aunque no pensaba mal, era como quien dice me simpatizaba pero ahí no más.
Aún así, él no era igual a los demás, no era igual a los chicos que salían diariamente a dar una vuelta a la manzana; era reservado y mantenía su vida equilibrada (desequilibrada pensaba yo). Lo que nadie sabía, era que detrás de todo eso, se escondía el chico más frío que pudiera haber conocido. Él tenía un secreto bien guardado, protegido por las cuatro llaves de los sentidos: norte, sur, este y oeste...

jueves, 20 de septiembre de 2012

Y paso a paso se aleja...


La neblina tapa cualquier objeto a lo lejos... el viento hace bailar mi cabello al compas de las hojas, estoy sentada en una roca frente a él. Aún no se a dado cuenta que lo voy cautivando por más de 10 minutos. Se para, suspira y se aleja lentamente....
Trato de detenerlo, pero me es imposible. Intento tocarle por  la espalda, pero soy como una ilusión que solo puede ver pero no tocar. Continúa alejándose, empiezo a creer que no existo, que soy un sueño... pero... pero, no es así. Junto los párpados con fuerza, pero continúo en el mismo contexto. Grito, grito varias veces y no da la mínima señal de que haya escuchado. El viento empieza a soplar aún más y una lágrima recorre su pálida mejilla. Tiene un aspecto sombrío, una mirada perdida en el espacio infinito que lo rodea. Me pongo frente a él, no logra verme, me traspasa como si nada. Al fín entiendo que estoy, pero no estoy. Sus ojos se tornan oscuros como la noche, miran buscando el final del largo camino. Poco a poco el aliento se me apaga... el frío cala mi piel. Me resigno poco a poco y camino junto a él... 
El ambiente esta como hechizado, escuchó que murmura palabras entrecortadas. Se detiene vuelve el rostro y se lamenta gritando ¿por qué?... Sé que no puedo comunicarme con él. No puedo hacer nada para ayudarlo... Vuelve el rostro y lo agacha. Hasta ese instante no entiendo qué ha ocurrido. Varias lágrimas se desbordan de entre sus ojos. Aprieta sus labios y parece estar cubierto por ira y llanto. El aire sopla...  Él retoma el paso. Se aleja paso a paso por el largo camino... Continúo caminando a su lado. El aire helado ha tornado pálidas sus mejillas, más de lo que estaban. No hace más que alejarse. Llegamos a un parque de rosas marchitas. Suspira y coge una... cada vez todo va tornándose más extraño... prosigue su recorrido. Saca un pequeño pañuelo del bolsillo, el cual lleva algunas palabras. Te quiero: Las leé en voz alta. Otra lágrima foragida brota de sus ojos. Se aproxima hacia mi, con cierta sonrisa fingida ¿me vio? pienso, se acerca y pasa de largo. Doy un giro rápido para ver el motivo. Una lápida con mi nombre grabado... Tardo en recuperar el sentido... Se aleja perdiéndose en la espesa neblina...

domingo, 16 de septiembre de 2012

Amigos más allá de la muerte


I
Era aquel típico domingo por la tarde, del cual solo se esperaba disfrutar cada minuto antes de su ocaso para iniciar otra cansada semana.  El clima estaba siendo digerido por una pequeña tormenta, cosa que era común en aquel lugar. Nada me cambiaría de ánimo, porque todo seguiría igual que siempre.
Esa tarde a comparación de las demás, decidí salir a dar una caminata por las calles solitarias de la ciudad. Toda la gente se quedaba dentro de sus casas, aguardando y escondiéndose como animales asustados de la tormenta. Preparaban sus cosas para el día siguiente, como quien supondría.
Me gustaba respirar aire puro, la soledad se había convertido en mi aliada desde aquel entonces, porque me sentía mejor sola, que mal acompañada. Siempre existieron personas que caminaban a mi lado, pero nunca supe que era realmente lo que esperan de mi.
Pasar por casas medias dormidas, generaba cierta tristeza que invadía mi corazón. Era un sentir profundo, pero poco importante. Desde que aquel amigo, con el que siempre había  andado, había dejado este mundo todo había cambiado. Mis tardes se habían vuelto solitarias, no me sentía bien como para ir en busca de alguien igual a él. Él sabía todo sobre mí, y yo todo acerca de él. Con él había aprendido muchas cosas, que la amistad existía, que tenía a alguien en quien confiar, con quien hablar y con quien contar. Lamentablemente, poco a poco todo terminaría. Primero, él había sido trasladado de colegio, ya que sus padres no requerían una buena educación para él, pues eso era lo que menos les importaba.
Por buena suerte, aún vivíamos en el mismo barrio, eso hacía que no me preocupara tanto. Todo iba bien, salíamos a pasear algunas veces, dábamos vueltas y recordábamos cosas. Pero llegó el día en que nunca más lo volvería a ver. Era una tarde de otoño en la que las hojas mueren y el viento se las lleva en su infinidad. Esa tarde mamá había salido a comprar algunas cosas y me había prohibido salir por el mal clima. Eran aproximadamente las 6 y alguien tocó la puerta. Salí disparada y lo vi, estaba parado frente a mi con una sonrisa fría...

jueves, 28 de junio de 2012


MI TRISTE SOLEDAD

Éra una tarde taciturna, el paisaje estaba cubierto por una densa neblina, el aire soplaba suaves brisas heladas y el frío calaba mis huesos. Era un chiquillo de apenas 11 años de edad, tenía pues el don de la inteligencia y para muchos un gran futuro por delante. Todos me consideraban un ser perfecto por las grandes azañas que realizaba, pero lo que no sabian muchos de ellos, era la trizteza que invandía mi alma.

Golf era pues el nombre por el cual me llamaban todos. Vivía en una familia muy pequeña, de la cual me sentía muy orgulloso. Mis padres eran grandes profesionales; mi madre una abogada con doctorado de la universidad de Oxford y mi padre un ingeniero con maestría de la universidad de Harvard. En aquel entonces me consideraba el niño más felíz de la tierra, pero de repente mi destino cambió drásticamente. Mis padres no tenían tiempo para mí, solo se dedicaban a sus labores profesionales, no tenía a quien contarle mis problemas, me sentía solo en un mundo desconocido. Trate de explicarles cuanto los necesitaba pero solo llegamos a una discusión. Entonces salí sollozando y me dirigí hacia el parque; busqué consuelo y me regosigé en un árbol, me senté bajo su sombra preguntándome por que todo habia cambiado. De repente, cuando me hundía en una profunda soledad, sentí que alguien trataba de consolarme, pensé que era mi imaginación pero me dí cuenta de que aquel árbol, buscaba que confiara en él y sintiéndome seguro de que necesitaba de alguien empezé a contarle lo que me sucedía.

Con el paso del tiempo, Priel (el nombre que le había puesto al árbol milenario) y yo, nos volvimos grandes amigos. Siempre lo buscaba para contarle lo que a diario me sucedía y él estaba dispuesto a escucharme. Compartiamos momentos agradables, jugabamos con los chicos del barrio y era eso lo que nos hacia felíz; cuando alguien necesitaba de nosotros gustosamente lo apoyabamos, nos habiamos convertido en la combinación perfecta.

Todo en mi vida parecía felicidad, hasta que un día él no se encontraba más allí, solo encontré sus raíces y las hojas secas de sus ramas, me quede frío y pensativo por un momento; desesperado pregunté a las personas dónde estaba aquél árbol, qué le había sucedido, por qué no estaba ahí. Nadie me daba razón, era como si todos se oponían a decírmelo. Entonces entre lágrimas regresé a casa y me encerré en mi cuarto. No quería saber de nadie, solo necesitaba a Priel, quería que alguien me escuchase.

Finalmente, así transcurrío mi vida, siempre con la esperanza de que algún día podría encontrar a mi mejor amigo, pero al darme cuenta de que ya habia pasado mucho tiempo, me parecía imposible volver a verlo, lo único que hice fue resignarme a perderlo, no solo a él y a su amistad, si no también a que mis padres tengan tiempo para volver a escucharme.
Canis Lupus